Revolución Marcista
El Palacio de Gobierno de Quito tras la Revolución Marcista de 1845, con la bandera albiceleste flameando al centro. |
La llamada Revolución Marcista fue un golpe de Estado sucedido entre marzo y junio de 1845 contra el Gobierno del general Juan José Flores, primer presidente de la República del Ecuador, durante su tercer mandato. Este hecho sucedió apenas quince años después del nacimiento del país, e incluso cambió los símbolos nacionales tricolor relacionados con la antigua Gran Colombia.
Para entender lo sucedido debemos ubicarnos en el llamado Periodo Floreano que tiene lugar tras la separación del Ecuador de Colombia en 1830, y del que precisamente el general Juan José Flores constituye la máxima figura política, siendo nombrado tres veces presidente del país, sin contar que desde 1828 venía ejercido igualmente como gobernador del Distrito del Sur colombiano, que básicamente era el futuro Ecuador.
Durante aquellos años el país venía de una larga época de guerras independentistas que habían mermado totalmente las economías locales, por lo que el Estado no tenía un gran presupuesto con el que poder hacer obra y trabajar durante las primeras décadas de vida de la nación, lo que se traducía en un más que entendible descontento popular por los impuestos que se imponían.
Sin embargo, de ese ya de por sí reducidísimo dinero, Flores priorizaba los pagos a funcionarios gubernamentales y militares de alto rango únicamente, pues son quienes le ayudaban a mantenerse en el poder. Por lo que la burocracia media y la tropa impagas llegaron a protestar en varias ocasiones, siendo la más importante el Levantamiento de los Chihuahuas en 1833, al que se le dio ese nombre por ser llevado a cabo por partidarios de Vicente Rocafuerte, que venía de ocupar cargos diplomáticos en México.
El poder de Juan José Flores, entonces, se sostenía tambaleantemente entre su figura como héroe de la Independencia, sus generales allegados como Juan Otamendi, que a pesar de también ser personalidades independentistas habían nacido como él mismo en otros territorios del entonces Imperio español, y el apoyo de la antigua aristocracia de la Sierra norte, que se había ganado tras su matrimonio con la joven dama otavaleña Mercedes Jijón de Vivanco.
Tras terminar su primer periodo presidencial en 1834, pactó con Vicente Rocafuerte para que este le sucediera en el poder, quien convocó en Ambato a la segunda Asamblea Constituyente al año siguiente, y así Flores pudo volver nuevamente al solio presidencial en 1839 para su segundo periodo de cuatro años.
Entonces en 1843 se dio un auto golpe de Estado y convocó a una tercera Asamblea Constituyente, misma que publicó una nueva Carta Magna mediante la cual el presidente duraría ocho años en el poder, lo que sería resentido por la mayoría de fuerzas políticas y económicas del país debido a que esto significaba que Flores no se marcharía al terminar su periodo en diciembre de ese año, sino que se extendería por ocho más, gatillando la debacle de su Gobierno mucho antes.
El país vivió apenas dos años con la llamada Carta de la Esclavitud y el nombramiento de Flores como presidente de la nación por tercera ocasión, cuando en Guayaquil se formó un movimiento burgués liderado por José Joaquín de Olmedo, Diego Noboa Arteta y Vicente Ramón Roca, a los que se sumaron las protestas escritas que desde su autoexilio en Perú enviaba Vicente Rocafuerte tras haber roto su propio acuerdo con Flores.
Este movimiento estuvo financiado por la naciente banca guayaquileña formada a partir de las fortunas de los grandes hacendados productores de cacao, que en aquel momento se convertía en el principal producto de exportación del país. Además, contaba con el apoyo de militares como los generales Antonio Elizalde y Fernando Ayarza, quienes se convertirían en líderes del brazo armado.
Al amanecer del 6 de marzo de 1845 Ayarza y Elizalde tomaron el Cuartel de Artillería de Guayaquil, aunque no sin una importante resistencia armada de los partidarios de Flores liderados por el general Thomas Wright, pero logrando una contundente victoria a la que se sumaron varios presos que militaban contra el Gobierno y solicitaron también unirse a las fuerzas revolucionarias al momento mismo en que sucedía el enfrentamiento.
Tomada militarmente la ciudad, se firmó el llamado Pronunciamiento Popular de Guayaquil, mediante el que se desconocía la autoridad de Flores y dejaba sin efecto cualquier acto que hubiese sido llevado a cabo por él desde el día en que debió terminar su segundo periodo presidencial, es decir poco más de un año atrás. Se formó entonces una junta provisional de Gobierno liderada por Olmedo en representación de Quito, Noboa por Azuay, y Roca por Guayaquil.
Los siguientes tres meses el país se llenó de enfrentamientos armados entre las tropas revolucionarias y las gobiernistas, destacando en ellas la figura del joven militar pillareño José María Urbina, quien apoyaba la destitución del presidente y tuvo papel importante en varias batallas de la provincia de Manabí, siendo ascendido por ello a general por la Junta Provisional de Gobierno guayaquileña.
Flores se instaló en su Hacienda La Elvira, frente a Babahoyo, y desde allí intentó sin éxito dirigir la defensa de su Gobierno junto a las tropas comandadas por sus amigos y también héroes independentistas Juan Otamendi y Thomas Wright, que, aunque lograron un par de victorias, terminarían siendo aplastadas por las fuerzas combinadas de Elizalde y Urbina.
Finalmente, el 17 de junio Flores se trasladó derrotado a la Hacienda La Virginia, propiedad de José Joaquín de Olmedo también en la zona cercana a Babahoyo, donde al día siguiente firmó la capitulación y el reconocimiento del Gobierno provisional marcista, así como de varios términos para que él pudiese exiliarse, mantener su rango militar, sueldo y que sus partidarios y familiares en el país no fuesen perseguidos.
Tras este triunfo se convocó una nueva Asamblea Constituyente en Cuenca, la cuarta en menos de quince años que tenía el país, y que publicó la Carta Magna en la que, con diseño de Olmedo, se establecieron la bandera albiceleste y el escudo actual como símbolos nacionales, en los que se incluyen los signos del zodiaco correspondientes a los meses en los que esta revolución tuvo lugar, de marzo a junio. Así mismo, los siguientes gobiernos fueron liderados por algunos de los actores principales de la revolución, como Vicente Ramón Roca, Diego Noboa Arteta, y José María Urbina, los que son conocidos precisamente como Gobiernos marcistas y militaristas.