Manuel Jijón y Larrea
Manuel Jijón y Larrea (1897), por Courret Hermanos, Lima. Archivo Courret, Biblioteca Nacional de Perú. |
Manuel Jijón y Larrea (Quito, 1860 - ibídem, 1908) fue un industrial, banquero, terrateniente y político conservador ecuatoriano.
Nació en el año 1860 en la ciudad de Quito, en el seno de una familia tradicionalmente terrateniente desde la época virreinal hispana, con origenes en la región de Otavalo, actual provincia de Imbabura. Sus padres fueron José Manuel Jijón Carrión y Rosa Larrea Caamaño. Era, además, sobrino bisnieto por línea paterna de Miguel Jijón y León, primer conde de Casa Gijón, título nobiliario castellano que quedó vacante tras la muerte del mismo, y que en 1958 sería reestablecidodo en la persona del nieto de Manuel.
En 1889, cuando tenía veintinueve años de edad, contrajo matrimonio con su prima lejana, Dolores Caamaño Almada, hija del rico cacaotero y comerciante guayaquileño Jacinto Caamaño y Gómez-Cornejo, lo que la hacía también prima directa de José María Plácido Caamaño, presidente de la República entre 1883 y 1888. La pareja tuvo cuatro hijos, de los cuales solo uno sobreviviría la infancia: Jacinto, nacido el 11 de diciembre de 1890, y que al crecer se convertiría en uno de los más importantes arqueólogos e historiadores del país, asi como el más prominente político del Partido Conservador.
El patrimonio terrateniente de su familia, que más tarde heredaría él mismo, incluía un total de 11 haciendas, algunas en la provincia de Imbabura, otras en los alrededores de Quito, y unas pocas más en la provincia de Cotopaxi. Entre ellas la más importante fue la de San José, ubicada en el cantón Urcuquí (Imbabura), cuyo ingenio azucarero instalado allí por el padre de Manuel ayudó a multiplicar la fortuna familiar, y que de hecho fue la base que permitió adquirir al menos media docena más de propiedades.
Santa Rosa de Chillo, ubicada al oriente de Quito en el valle de Los Chillos y después llamada Chillo-Jijón, fue otra propiedad importante, pues producía paños y tejidos de lana con telares llevados allí desde la Hacienda Peguche en 1895. Finalmente, la residencia principal de los Jijón se encontraba en una señorial casona de tres pisos en el actual Centro Histórico de la capital del país, a media cuadra de la calle Sucre, entre García Moreno y Venezuela, del lado sur de la misma.
![]() |
Fábricas de Manuel Jijón Larrea (ca. 1900). Fondo fotográfico del INPC. |
Con una visión industrializadora muy aguda, convirtió las haciendas familiares de San Jacinto y San Francisco, ubicadas en Los Chillos, en importantes fábricas textiles de algodón y lana respectivamente, que ayudaron a consolidar la fortuna de los Jijón en una época de vertiginosos cambios económicos y políticos en el mundo. Ambas proveían de tela al Ejército y sumaban un total de 282 empleados, cuarenta y cinco de los cuales eran mujeres, que ganaban entre 1 y 4 reales por jornadas de ocho horas de trabajo con sus descansos.
Originalmente la fabricación se hacía con telares de Jacquart, que Jijón cambió por telares de Creeton para obtener mejores resultados. Sin embargo, en 1900 y para modernizar la producción contrató expertos estadounideneses para dirigir las fábricas, adquiriendo además maquinaria con tecnología de punta en el estado norteamericano de Massachusetts, a la Eagle Cotton-Gin Company, ubicada en Bridewater, y la Lowell Machine Shop, ubicada en Lowell. Solo el traslado de las piezas entre Babahoyo y la capital tuvo un costo de 30.000 reales de oro de la época.
Así mismo, y desde una perspectiva práctica, ordenó la ampliación y decoró elegantemente la Hacienda Chillo-Jijón, cuya construcción original data de 1730, y donde la familia residía largas temporadas para vigilar la producción textil. Mandó a construir también la Capilla que existe hasta el día de hoy dentro de la propiedad, para allí poder ofrecer misas en los días festivos a las que pudiesen asistir también todos sus empleados.
En 1894 se asoció con el también quiteño Víctor Gangotena y el colombiano Julio Urrutia Olano, futuro padre de la también famosa María Augusta Urrutia, con quienes decidieron llevar la luz eléctrica a la capital de la República. Ese mismo año constituyeron la empresa "La Eléctrica", obteniendo los permisos y privilegios por parte del Congreso Nacional. En 1895 terminaron la construcción de una planta hidroeléctrica en el río Machángara, cerca de Chimbacalle, misma que funcionaba con sesenta lámparas de arco voltaico de 120 bujías cada una, y mil quinientos incandescentes de corriente continua de 16 bujías cada uno.
Ese mismo 1895, Jijón adquirió un pequeño motor con el que iluminó su residencia en la calle Sucre y el local de la Botica Norteamericana, otro de sus negocios ubicado precisamente en los bajos de su casa. Desde allí amplió la cobertura hacia la Plaza de San Francisco, donde habían instalado cuatro lámparas de arco voltaico.
En 1897 La Eléctrica importó un motor de 800 kilowatts para instalar en la central de Chimbacalle, y al año siguiente firmó un contrato con el Municipio de Quito para proveer de alumbrado público a la ciudad por un periodo renovable de cinco años y un valor de 20.000 sucres anuales, mediante el cual se comprometían a colocar 400 lámparas incandescentes de luz Edison de 16 bujías cada una para funcinar en distintas esquinas de la ciudad entre las 18:30 de la tarde y las 05:30 de la mañana.
Por aquella misma época Jijón inició la construcción de una espléndida residencia palaciega de fin de semana a las afueras de la ciudad de Quito, sobre el Camino a Cotocollao en en la zona de Santa Clara de San Millán. El edificio fue diseñado por el arquitecto prusiano Franz Schmidt, y para la decoración mural de los interiores contrató a los célebres pintores Juan Manoslavas y Joaquín Pinto. Su esposa Dolores le dio el nombre de Quinta La Circasiana, en una comparativa de su belleza arquitectónica con la de las mujeres de la Circasia turca, que en aquella época eran consideradas las más hermosas del mundo. La propiedad sería posteriormente ampliada por su hijo Jacinto para convertirla en su residencia permanente.
De izquierda a derecha: Dolores Caamaño, Manuel y Jacinto Jijón (1897), por Courret Hermanos, Lima. Archivo Courret, Biblioteca Nacional de Perú. |
En 1897 Manuel viajó junto a su esposa e hijo a Perú, donde se tomaron una serie de retratos en el estudio fotográfico de Courret Hermanos, en la ciudad de Lima. En cuanto a la educación del niño, y al más puro estilo de la nobleza europea, Jijón se la encargó al sacerdote italiano Giacinto Pankeri, un salesiano que le serviría de preceptor privado durante toda su infancia y adolescencia, sembrando en él la semilla de su futuro gusto por las artes y la historia.
En 1906 Manuel Jijón incursionó como principal socio capitalista en la fundación del Banco del Pichincha, institución de la que se convirtió también en su primer presidente, y que con gran habilidad mantuvo a flote frente a los embates de la poderosa banca costeña financiada por las fortunas de los Gran Cacao, que es como se llamaba entonces a los agroexportadores de este producto y que tenían importantes conexiones en los Gobiernos liberales.
Ese mismo año fungía además como tesorero de la Junta Promotora del Camino al Oriente, que buscaba la construcción de una línea de ferrocarril hacia el río Curaray, donde se pensaba construir un puerto fluvial que diese acceso al Napo y desde allí al Amazonas, cubriendo así una extensa zona de reclamación territorial ecuatoriana sin ocupación real, pero que sobre todo cubría la región de producción del caucho que tan valioso se consideraba entre 1879 y 1912.
También en 1906 fundó la Cámara de Comercio de Quito, razón por la cual esta entidad crearía décadas después el reconocimiento al mérito comercial que lleva su nombre. Importó, así mismo, una flota de autobuses para cubrir la ruta interprovincial entre las ciudades de Quito y Riobamba, mucho más rápidos y prácticos que el tren.
Los dos últimos años de su vida fue director del Comité del Rosario en el Convento quiteño de Santo Domingo, que organizaba las procesiones de la Virgen. Finalmente, Manuel Jijón Larrea falleció en 1908, a los 48 años, dejando toda la fortuna familiar para su hijo Jacinto de 17, que siendo aún menor de edad tenía como albacea a su madre, Dolores.
El legado industrial del padre creció aún más con su hijo Jacinto, que pese a su predilección por el mundo intelectual, supo llevar bien los negocios y convirtió a Chillo-Jijón en la fábrica de lana mejor equipada y con el producto de mejor calidad en toda la costa del Pacífico sudamericano.
Fuentes
- Pérez Pimentel Rodolfo. "Diccionario Biográfico del Ecuador", Jijón Larrea Manuel.
- Jijón Bello, Manuel (1902). "Ligera reseña higiénica de la ciudad de Quito". Revista Anales de la Universidad Central, volumen 16, número 119.
- Ponce N., Clemente (1909). "Dos alegatos relativos al privilegio que el Congreso de 1894 concedió a los señores D. Manuel Jijón Larrea y D. Julio Urrutia para el establecimiento de alumbrado eléctrico en Quito". Biblioteca del Ministerio de Cultura y Patrimonio, fondo Jijón.
- Zola, José (1910). "Ferrocarril al Curaray: informe recibido en el segundo juicio, en la cuenta del señor tesorero don Manuel Jijón Larrea". Biblioteca Nacional del Ecuador, fondo Ecuatoriano Republicano I.
- Vivanco Riorío, Mauel (30 de octubre de 2023). "La Hacienda Chillo Jijón", Revista Semanal La Hora, edición N°86.
- Biblioteca Nacional de Perú, Archivo Courret. Fotografías de Manuel Jijón y Larrea acompañado de su familia.